Roció Ramos-Paúl ha ayudado a muchos padres y a muchas madres a convertir la tarea de educar a sus hijos en algo mucho más fácil. A evitar que la hora de la comida se convierta en una batalla campal, a conseguir que las rabietas y el chantaje emocional desaparezcan y, en definitiva, a hacer que el tiempo que progenitores e hijos pasen juntos sea tiempo de calidad. Y todo eso lo ha hecho gracias a los consejos y enseñanzas que se desprendían de ‘Supernanny«, el programa de Cuatro cuya última temporada se estrenó el año pasado con gran éxito de audiencia y que ha permitido a Rocío convertirse en una heroína para muchos padres.
Pero Rocío no se limita a ayudar a padres en apuros en la televisión sino que también lo hace a través de los libros que escribe. El último de ellos, ‘Niños: Instrucciones de uso‘ ha estado varias semanas copando la lista de los más vendidos. Para PrevialiaMGZ ha sido todo un honor poder charlar con Supernanny sobre la educación de nuestros pequeños, sobre cómo introducirles en el uso de internet y las nuevas tecnologías y sobre muchas más cosas que afectan a nuestros hijos. Padres, madres, prestad atención a estos consejos.
Supernanny: Cómo educar a los hijos por Rocío Ramos-Paúl
P: ¿Cómo cree que ha influido en la educación el acceso de la mujer al trabajo?
R: Efectivamente tienes menos tiempo, pero los que trabajamos en educación abogamos cada vez más por un tiempo de calidad. Es decir, no es tan necesario estar las 24 horas del día con el niño como determinar un tiempo para pasar con él, y que durante ese tiempo él sea protagonista. Un tiempo donde no hay móviles. No hay “tengo que hacer la cena o poner la lavadora”. No hay televisión (a no ser que vayas a ver una película con él, que puede ser un tiempo de calidad estupendo). No hay distracciones, sino que el niño ve que él es importante. Tampoco hay que hacer grandes cosas. No pasa nada porque nuestro hijo nos enseñe cómo juega a la videoconsola. Encima estamos viendo qué lleva a cabo, qué le gusta, etc.
P: ¿Hay alguna fórmula mágica para ser buenos padres?
R:Como dice el refrán, un hijo no viene con manual de instrucciones. Se aprende a ser padres desde el momento en que empiezas a serlo.
P: Ha dicho en alguna ocasión que la educación es sinónimo de imperfección. ¿Resulta imposible llegar a ser un ‘padre perfecto’?
R: Lo que pasa es que ese planteamiento de querer hacerlo todo bien genera mucha ansiedad. Por eso yo siempre cuento a los padres que equivocarse es un derecho que tenemos todos y que lo importante es, además, decírselo a tu hijo con un “me he equivocado”, “esto es mejor no hacerlo así”, “lo siento», etc. Así ellos también aprenden desde cómo solucionar conflictos, a todo lo que tiene que ver con lo emocional: el arrepentirse o el pedir perdón. Educando todos cometemos muchos errores y lo importante es reflexionar sobre lo que hemos hecho e intentar que salga mejor la próxima vez.
P: Una eterna contradicción: en ocasiones nos enojan determinados comportamientos de nuestros hijos ¿Pero, hasta qué punto no somos los padres culpables de estas actitudes?
[blocktext align=»left»]Es importante que los niños entiendan que no todo nos va a salir siempre bien, que las cosas suponen un esfuerzo[/blocktext]
R: Somos responsables de lo bueno y de lo malo y yo insisto mucho en lo bueno. Nosotros hacemos de modelo para nuestros hijos. Cuando están en casa somos el modelo de familia que conocen. En ese sentido somos muy responsables de cómo se vaya a desarrollar nuestro hijo como adulto.
P: ¿Cuándo diría que comienza el verdadero proceso de educación? ¿Qué pequeños detalles nos pueden ayudar a educar a un niño ya desde la cuna?
R: Si me apuras el proceso comienza en el propio embarazo, donde ya vamos determinando actitudes. Los niños entre 0 y 6 años dependen no sólo físicamente sino también emocionalmente de sus padres y eso implica un gran compromiso. Tenemos la responsabilidad de estimularlos, que aprendan, que sepan aprender a aprender. Y es esto lo que les va a servir el día de mañana de cara a conseguir el éxito, y no sólo económico ni profesional, sino personal.
P: El miedo a dejarles actuar solos… ¿Es malo prestar excesiva atención a un niño?
R: Depende del niño. Se trata de buscar el equilibrio. Es importantísimo que permitamos que exploren, investiguen, que aprendan, que se equivoquen… pero es verdad que debemos estar pendientes. Este momento de 0 a 6 años es muy crítico para el aprendizaje, porque los niños tienen mucha capacidad de absorción. Es fundamental que aprendan todos los días una cosa nueva, pero sin agobiarse. No hay que aprender grandes cosas. Por ejemplo a ponerse las mangas de un niqui, otro día el pantalón, una vez que está el pantalón, los calcetines, otro día los zapatos… Ha de ser un proceso de continuo aprendizaje. Es algo muy importante a la larga, porque tiene el esquema necesario para aprender cosas nuevas. Entonces puede aprender de todo.
P: ¿Qué nos puede decir de ese pequeño chantaje emocional que significa para un padre los lloros y las pataletas?
R: Es un caso en el que hay que actuar siempre, porque tiene que ver con la tolerancia a la frustración y con que entiendan que no todo es como y cuando ellos quieren. Manteniendo un esquema de darles lo que piden, nos podemos encontrar con problemas a largo plazo, porque son niños que en su momento pueden tener cierta relación con la agresividad o con la ansiedad. Y es eso lo que les enseñamos: la frustración es importante y consiste en entender que no todo nos va a salir siempre bien, que las cosas suponen un esfuerzo. Eso es importantísimo de cara al desarrollo posterior como adulto.
[blocktext align=»right»]Yo no puedo defender dar un cachete a un niño[/blocktext]
P: A pesar de que nunca te los hemos visto aplicar, ¿piensa que en determinados casos pueden llegar a ser buenos los castigos? En ese caso, ¿qué tipos de sanciones recomienda como más
efectivas, pero menos traumáticas?
R: Quizá abusamos mucho de él porque es lo que nos sale antes, pero el castigo tiene tres variables importantísimas: debe corresponder en intensidad a lo que el niño ha llevado a cabo; tiene que ser lo más continuado posible en el tiempo (aplicarlo lo antes posible); y además tiene que ser desagradable para el niño (no sólo que nosotros lo supongamos). Teniendo estos tres factores en cuenta, el castigo es aplicable como otras muchas cosas para cambiar conducta.
P: ¿Y el famoso ‘cachete’? Son muchos los que consideran que en casos puntuales puede llegar a estar justificado.
R: Yo no puedo defender dar un cachete a un niño, porque tiene un problema: se puede convertir en una dinámica y el niño puede entender que los problemas se solucionan dando una torta. Como somos modelos para él, lo puede llevar a la práctica cuando están en el ‘cole’, o cuando es más mayor con los padres. Podemos entonces encontrarnos en un tema de violencia interfamiliar, cuyas cifras han aumentado tanto últimamente.
Consejos para padres que no se llevan bien con las nuevas tecnologías
P: Existe la sensación de que las nuevas generaciones resultan cada vez más agresivas y díscolas, en comparación con lo que vivimos en nuestra época.
R: Yo creo que si preguntas a los abuelos, te dirán lo mismo sobre las generaciones anteriores. Esto no quiere decir que no nos tengamos que preocupar por modificarlo. Tenemos que ser conscientes de las cifras de acoso escolar -que siempre ha habido-, pero el problema es que ahora se produce antes en edad y las conductas son más agresivas. Hoy en día tenemos, además, un condicionante muy importante, que es la coyuntura de las nuevas tecnologías: por primera vez en la historia los niños saben más que los padres sobre algún tema. Hasta ahora los padres siempre son los que han enseñado todo a los hijos, sabían más, pero ahora internet, las consolas y los ordenadores nos adelantan. Esto produce mucho miedo y mucha ansiedad, porque el niño tiene más información y el padre muchas veces no sabe controlarla, lo que le lleva a prohibirla. Y prohibir no es más que animar al niño a que lo haga, porque es la consecuencia de la prohibición: todo lo que se nos prohíbe nos resulta más atractivo. Debemos tener un criterio que responda más al control del tiempo y de los contenidos que a la prohibición.
P: Los padres y las madres suelen toparse con dos caballos de batalla frecuentes: cuando el niño no come y cuando no duerme las horas necesarias.
R: En esos casos lo principal son los hábitos. Un niño tiene que tener hábitos porque es lo que le hace desarrollar seguridad. Le ordenamos y el niño aprende lo que viene antes, lo que hay que hacer y lo que viene después. Tú sabes que te levantas, tienes que trabajar, vuelves a casa, haces las tareas y luego ves la tele. Es una rutina. Pero al niño hay que hacérsela porque no nace con ella. Si un niño no sabe cuándo se va a bañar, cuándo va a comer, si no sabe dónde… se siente inseguro, por eso lo ideal es desarrollar hábitos y rutinas que tienen que ver con un horario fijo.
P: Y cuando se muestran remolones con los deberes…
R: Los deberes son también un hábito. Si el niño ya tiene los hábitos de la comida y el sueño, es más fácil que desarrolle un hábito de estudio. Y volveríamos a lo mismo: en el mismo lugar, a la misma hora y con un principio y un final: saco los libros –entonces inicio el ritual-, y acabo guardando los libros en la cartera para el día siguiente. Luego el proceso se va complicando, porque los niños se van desarrollando y tienen que aprender otras cosas como técnicas de estudio, donde pueden tener carencias. Pero si se ha conseguido establecer un horario
con hábitos cuando el niño es pequeño, es mucho más fácil que se incorpore al estudio de una manera más tranquila.
[blocktext align=»left»]Un niño tiene que tener hábitos porque es lo que le hace desarrollar seguridad[/blocktext]
P: Un último conflicto que nos llega a todos los padres: las salidas nocturnas. ¿Cómo podemos llegar a controlar sus peligros sin coartar su libertad?
R: Vivimos en un momento social en el que parece que la seguridad se soluciona con control. Como hablábamos en un principio, hay que dejar que los niños se equivoquen, y eso tiene un riesgo. Lo que pasa es que la adolescencia cambia de las edades de las que estábamos hablando. Ahí ya entra la negociación con el niño y el hecho de que nos tenemos que fiar. Si nosotros hemos dado al niño un esquema de hábitos, de rutinas, de normas, le hemos dado de alguna manera una base sobre la que mantenerse, y tenemos que confiar en que eso va a funcionar. La gestión del día a día es un contrato con el niño: las horas de llegada, la paga… Además, ante la incertidumbre de querer saber, la solución está en hablar con el niño sin que se convierta en un interrogatorio y realizar luego un seguimiento: hacer una merienda en casa e invitar a los amigos para conocerles, preguntar qué tal se lo pasó la noche anterior, etc.
Supernanny: Educar a los niños es toda la vida.
P: En el programa, Supernanny da muchísima importancia al diálogo entre padres e hijos ¿cree que se ha perdido en gran medida esa comunicación?
R: Hay un factor fundamental hoy en día, que es la escasez de tiempo. Nos falta tiempo para todo, incluso para sentarnos a charlar. Por eso recomiendo que, en vez de agobiarnos por no tener momentos, utilicemos los que ya existen. Es decir, en una casa donde se come a una hora determinada -y como comer hay que comer- podemos poner como norma el contarnos lo que hemos hecho durante el día o durante la semana. Así aparte de desarrollar cien mil habilidades de comunicación, tenemos un buen momento para escuchar lo que nuestros hijos nos cuentan.
P: ¿Por qué resulta tan difícil algo tan sencillo como que nuestro hijo sea feliz?
R: Porque educar es toda la vida. Tú tienes un hijo para toda la vida y el niño va cambiando. Al principio te demanda comer y luego tienes que discutir con él la hora de volver a casa y llegar a un acuerdo. Contado parece muy fácil, porque para que un niño se sienta feliz hay tres pilares básicos: los hábitos, las rutinas y que el niño se sienta querido. ¿Qué ocurre durante el camino? Que ha de ser todos los días. Es una labor tan constante y que necesita de tanta coherencia que ahí están las diferencias de cómo afrontan las familias una misma cosa. Esto es lo que nos distingue a unos de otros. Lo que nos hace a unos y a otros ser de una manera o de otra.
P: Para terminar… una pequeña confesión a nuestros asegurados. ¿Fue Supernanny una niña ejemplar, o también dio sus quebraderos de cabeza en casa?
R: (Risas) Supernanny de pequeña fue como todos los niños. Las mismas dificultades y las mismas alegrías para los padres, exactamente igual que cualquiera. La verdad es que ser Supernanny no da patente de corso. Es algo que se aprende, como cualquier otro profesional.