Las autoridades sanitarias de Yorkshire, dependientes del NHS, Servicio Nacional de Salud, del Reino Unido han decidido no realizar cirugía programada a personas obesas o fumadoras.
Las cirugías de urgencia y en casos extremos sí serán realizadas.
Esta iniciativa deja fuera a todas aquellas personas con índice de masa corporal, IMC, superior a 30.
«El sistema está a punto de reventar«. Con esta declaración, Chris Hopson, director de provedores del NHS, ha querido justificar la decisión cuyo ámbito de aplicación se limita a Yorkshire como la única manera de equilibrar el sistema y lograr los máximos beneficios dados los recursos tan limitados disponibles.
Las complicaciones que pueden darse cuando una persona fumadora o con determinado sobrepeso es intervenida, además de suponer un riesgo para ellos mismos, implican más gastos para la salud pública. Así mismo, su recuperación, en caso de necesitar fisioterapia u otras formas de rehabilitación, no es igual de óptima ya que apenas están preparados para el ejercicio físico.
No es la primera institución dedicada a la salud que toma medidas similares, Luton Care o Hertfordshire habían adoptado este tipo de directrices, pero el hecho de que sea un sistema público de salud el que haya tomado por esta decisión ha levantado ampollas en la sociedad británica que observa con reticencias cómo la salud pública se guía por criterios económicos en vez de únicamente por criterios médicos.
¿Debe la salud pública cargar con los malos hábitos de sus pacientes?
La medida, cuya entrada en vigor ha sido postpuesta a la espera de un análisis más profundo, está sirviendo también para poner en la mesa otro debate: el de la obesidad.
El Reino Unido tiene los peores niveles de obesidad y sobrepeso de Europa junto con Islandia y Malta. Según datos del 2014, el 67% de los hombres y el 57% de las mujeres poseen un IMC muy poco compatible con una buena salud.
Según los defensores de esta medida, tras la decisión no hay únicamente criterios de optimización económica sino también de salud ya que para poder optar a esa intervención quirúrgica ‘denegada’ sería necesario perder al menos un 10% de su peso o, en su caso, dejar de fumar. De esta forma, siempre según los partidarios de esta decisión, aumentar los beneficios del sistema y velar por la salud pública irían de la mano.
No atacar el problema de raíz
Cuando Pekka Puska introdujo la dieta mediterránea y salvó a Finlandia de unos datos peores que los del Reino Unido tenía bien claro que cambiar los hábitos alimenticios de un país requiere un plan integral a largo plazo.
Limitar el acceso a una intervención quirúrgica en función del sobrepeso y obligar al paciente a adelgazar un 10% de su peso para operarse no arregla nada. Es básicamente lo mismo que ponerte a dieta porque tienes una boda en 4 meses y quieres bajar algunos kilos.
Lo que realmente necesita el Reino Unido para mejorar su tasa de obesidad y sobrepeso es un Pekka Puska. Un plan estratégico que provoque un cambio radical en los hábitos de vida de la población británica: luchar contra el sedentarismo, un auténtico peligro para la salud pública que causa 5 millones de muertes al año, limitar el consumo de azúcares añadidos y adoptar la dieta mediterránea son solo algunas de las medidas que, a 15 años vista, podrían dar resultados.
Mientras no se construya sobre estos tres pilares y se sigan adoptando este tipo de medidas, polémicas y cortoplacistas, no sólo no se reducirán los costes sino que, mucho nos tememos, se incrementarán.